No lejos del edificio principal existen dos grandes galpones, armados con chapas de zinc. Bajo el tinglado mayor hay dos locomotoras: son las \u00fanicas que se salvaron de desaparecer. A un costado, apenas quedan rastros de lo que fue un fog\u00f3n del secadero de arena.<\/p>\n\n\n\n
En los corredores de la antigua edificaci\u00f3n se ubican los bancos de madera que antes acomodaban a los viajeros o familiares que ven\u00edan a recibirlos.<\/p>\n\n\n\n
No lejos del edificio principal existen dos grandes galpones, armados con chapas de zinc. Bajo el tinglado mayor hay dos locomotoras: son las \u00fanicas que se salvaron de desaparecer. A un costado, apenas quedan rastros de lo que fue un fog\u00f3n del secadero de arena.<\/p>\n\n\n\n En una sala bien grande que antes fuera dep\u00f3sito de herramientas de cuadrilleros est\u00e1 montada en estantes la colecci\u00f3n de objetos hist\u00f3ricos. Hay yunques, l\u00e1mparas, palas, gatos de locomotoras, faros, utensilios de control de aceite de motor y elementos propios para el funcionamiento de los trenes. En otros salones se guardan armarios, mostradores, mesas, sillas. En la vieja boleter\u00eda una caja fuerte de hierro inglesa, la m\u00e1quina fechadora y la tiqueadora de madera con boletas de distintos destinos. Y la ventanita con rejas de hierro forjado, donde la gente formaba fila para comprar su ticket de viaje, est\u00e1 igual. Con anterioridad, las autoridades del ferrocarril central procedieron a retirar el tel\u00e9grafo, dejando a la estaci\u00f3n de San Salvador sin su emblem\u00e1tico aparato de comunicaci\u00f3n. Tampoco hay rastros del enorme reloj que marcaba las horas con precisi\u00f3n inglesa.<\/p>\n\n\n\n En los corredores de la antigua edificaci\u00f3n se ubican los bancos de madera que antes acomodaban a los viajeros o familiares que ven\u00edan a recibirlos.<\/p>\n\n\n\n No lejos del edificio principal existen dos grandes galpones, armados con chapas de zinc. Bajo el tinglado mayor hay dos locomotoras: son las \u00fanicas que se salvaron de desaparecer. A un costado, apenas quedan rastros de lo que fue un fog\u00f3n del secadero de arena.<\/p>\n\n\n\n En una sala bien grande que antes fuera dep\u00f3sito de herramientas de cuadrilleros est\u00e1 montada en estantes la colecci\u00f3n de objetos hist\u00f3ricos. Hay yunques, l\u00e1mparas, palas, gatos de locomotoras, faros, utensilios de control de aceite de motor y elementos propios para el funcionamiento de los trenes. En otros salones se guardan armarios, mostradores, mesas, sillas. En la vieja boleter\u00eda una caja fuerte de hierro inglesa, la m\u00e1quina fechadora y la tiqueadora de madera con boletas de distintos destinos. Y la ventanita con rejas de hierro forjado, donde la gente formaba fila para comprar su ticket de viaje, est\u00e1 igual. Con anterioridad, las autoridades del ferrocarril central procedieron a retirar el tel\u00e9grafo, dejando a la estaci\u00f3n de San Salvador sin su emblem\u00e1tico aparato de comunicaci\u00f3n. Tampoco hay rastros del enorme reloj que marcaba las horas con precisi\u00f3n inglesa.<\/p>\n\n\n\n En los corredores de la antigua edificaci\u00f3n se ubican los bancos de madera que antes acomodaban a los viajeros o familiares que ven\u00edan a recibirlos.<\/p>\n\n\n\n No lejos del edificio principal existen dos grandes galpones, armados con chapas de zinc. Bajo el tinglado mayor hay dos locomotoras: son las \u00fanicas que se salvaron de desaparecer. A un costado, apenas quedan rastros de lo que fue un fog\u00f3n del secadero de arena.<\/p>\n\n\n\nQu\u00e9 ver en el Museo del Ferrocarril<\/h2>\n\n\n\n