Museo del ferrocarril en El Salvador

vagones de ferrocarril
vagones de ferrocarril

Un viaje al pasado en ferrocarril

Durante un siglo, el ferrocarril marco la rutina en la vida cotidiana de este pequeño pueblo. Las vías del ferrocarril llego a San Salvador en la década de 1890 trajo grandes cambios para los pocos vecinos que habitaban en la zona, que para entonces dependían de Borja. Cobró importancia en la fuente de trabajo para todos, lo que pronto transformó el rudimentario paisaje de ranchitos y bosquecillos en estructuras que todavía existen en los alrededores. Esas Grandes casonas de finales del siglo XIX y principios del XX, que eran comercios de toda índole, como hoteles, restaurantes, tiendas muestran al turista lo que un día fué.

En el museo se conservan valiosas piezas de lo que se utilizaba para el funcionamiento del ferrocarril, como: maquinarias, palas, campana de locomotora de vapor y otras atracciones de la historia del ferrocarril en el país desde 1882. Hay un tren en el que puedes hacer corto recorrido por las instalaciones.

El museo consta de una sala de exposición permanente, una sala de imprenta, una sala de vagones, una zona de talleres, la Casa Redonda, la Casona,  Carro de Cuscatlán o carruaje presidencial.

Museo del Ferrocarril.

El Museo del Ferrocarril en El Salvador se encuentra en la ciudad de San Salvador, El Salvador. Fue inaugurado el 11 de diciembre de 2015 bajo la responsabilidad del Presidente del Comité Ejecutivo del Puerto Autónomo Lic. Federico Anliker y ocupa las instalaciones de Ferrocarriles Nacionales de El Salvador. Se ha convertido en un museo que conserva el recuerdo de los prósperos tiempos en que las locomotoras circulaban por estas vías, hoy desaparecidas. San Salvador era un centro de abastecimiento en esa época.

Cómo llegar al museo

Qué ver en el Museo del Ferrocarril

En una sala bien grande que antes fuera depósito de herramientas de cuadrilleros está montada en estantes la colección de objetos históricos. Hay yunques, lámparas, palas, gatos de locomotoras, faros, utensilios de control de aceite de motor y elementos propios para el funcionamiento de los trenes. En otros salones se guardan armarios, mostradores, mesas, sillas. En la vieja boletería una caja fuerte de hierro inglesa, la máquina fechadora y la tiqueadora de madera con boletas de distintos destinos. Y la ventanita con rejas de hierro forjado, donde la gente formaba fila para comprar su ticket de viaje, está igual. Con anterioridad, las autoridades del ferrocarril central procedieron a retirar el telégrafo, dejando a la estación de San Salvador sin su emblemático aparato de comunicación. Tampoco hay rastros del enorme reloj que marcaba las horas con precisión inglesa.

En los corredores de la antigua edificación se ubican los bancos de madera que antes acomodaban a los viajeros o familiares que venían a recibirlos.

No lejos del edificio principal existen dos grandes galpones, armados con chapas de zinc. Bajo el tinglado mayor hay dos locomotoras: son las únicas que se salvaron de desaparecer. A un costado, apenas quedan rastros de lo que fue un fogón del secadero de arena.

Foto tomada de Revista de Vacaciones