Tres clavos de acero y un martillo… Así vamos a empezar esta pequeña historia, porque eso dice don Alberto que es lo único que usa cuando trabaja en sus piedras.
De él dicen que es un ermitaño, pero más bien lo que vimos es que no vive solo ni enclaustrado dentro de un lugar inaccesible para los demás mortales. Al contrario, vive en medio de su familia y en una finca donde todo el mundo puede llegar, todo es que esté dispuesto/a a caminar el kilómetro de cuestas llenas de piedra que lo separan a él de donde van a dejar el vehículo donde viajen.
Eso sí, si desea conocer a don Alberto y a su increíble trabajo, le recomendamos llegar con tiempo, con buenas botas o zapatos tenis, agua y abrigo por el clima, si va durante el invierno.
El camino es largo y bastante empinado, así es que no se asuste de tener que detenerse varias veces a recuperar el aliento. No es un camino para llegar en sandalias ni si es una persona con poca resistencia (enfermo o debilitado por la edad). El camino es largo y tortuoso. Pero claro que vale la pena, y una vez que llegue verá por qué don Alberto es célebre dentro y fuera de Nicaragua.
Tiene un don para lo que hace, sin duda. Es un verdadero artista, pues no solo talla piedras, sino pinta y talla la madera, murales en las paredes, en fin de todo un poco. Y lo hace con pasión, con una fe inquebrantable y con dominio y especial gusto por los acontecimientos históricos que ha acumulado durante su larga vida.
Lo más interesante y que personalmente nos cuasó una gran impresión es el grado de sencillez y lo bien intencionado de don Alberto. Lo humilde de sus modos y lo enamorado que está de su trabajo. Le explica a todo quien llega lo que significa cada piedra, cada cuadro, cada mural.
No solo no lo olvida, sino que se nota que quisiera pasar horas hablando de cada cosa por separado, pero ya se le hace tarde a él y a sus visitantes, pues el camino es largo y empinado de regreso.
Eso sí, tiene en proyecto terminar un par de cuartos rústicos, por lo que, quién sabe, tal vez en un futuro no muy lejano nos animemos a visitarlo para acompañarlo durante un par de días, y conocer aún más de esas anécdotas y de los motivos de cada obra de arte, porque buen conversador se nota que sí lo es, el famoso ermitaño del Tisey en Estelí, don Alberto Gutiérrez, en medio de sus piedras.